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Para compañeros sociólogos y asesores nacionales de estudios sociales, hablar de medios masivos de comunicación en la actualidad, conlleva a hablar de educación, pues en la sociedad moderna los medios masivos ejercen gran influencia, ya que ofrecen a niños y jóvenes una educación informal que en ocasiones consideran más llamativa e interesante que la obtenida en los centros de educación formal.
Los medios inciden más que nunca en la educación de las nuevas generaciones, moldean gustos y tendencias en públicos de todas las edades e incluso influyen en la manera como el individuo se relaciona consigo mismo, con sus semejantes y con el mundo.
De ahí la necesidad de que los educadores, puedan apoyar a la institución educativa, sabiendo utilizar los medios masivos de comunicación y la tecnología. Que luchen por recuperar el lenguaje oral y escrito, la expresión artística que en general se ha visto resentida, que recuperen la expresión plástica, musical y sobre todo al incorporar los contenidos de la nueva tecnología desde la escuela, favoreciendo una relectura crítica por parte del alumnado, acerca de los mensajes que les llegan habitualmente de los medios masivos de comunicación, principalmente de la televisión o de la cultura audiovisual presente en los espacios de ocio de los estudiantes.
Los medios masivos de comunicación en la sociedad de hoy muestran una creciente influencia como formadores culturales, ya que determinan en gran medida nuestras ideas, hábitos y costumbres. Actualmente es posible obtener grandes cantidades de información y noticias con gran rapidez sin importar el momento en que surgieron.
“Los medios de comunicación masiva contribuyen en gran parte a fijar las maneras de pensamiento de la sociedad; a establecer la agenda de los asuntos políticos, sociales y económicos que se discuten; a crear o a destruir la reputación de una organización, persona o grupo de personas; proporcionan información y elementos para que la persona o el público construyan, ponderen y formen sus opiniones. Son en muchas ocasiones los intermediarios entre la sociedad y el poder político. Son un poder porque poseen los instrumentos y los mecanismos que les dan la posibilidad de imponerse; que condicionan o pueden condicionar la conducta de otros poderes, organizaciones o individuos con independencia de su voluntad y de su resistencia” (CARPIZO, 1999: Pág. 78).

Los efectos de los medios masivos sobre la cultura contemporánea son palpables. Guste o no, los medios inciden más que nunca en la educación de las nuevas generaciones, moldean gustos y tendencias en públicos de todas las edades, construyen la agenda de los temas sobre los que se discute a diario y hasta han cambiado las formas de gobernar y hacer política. Lo que en tiempos pasados, pudo ser una verdad parcial, hoy tiene el tono de una verdad lisa y llana; los medios masivos de comunicación se han vuelto más absorbentes en la formación cultural, en la manera de cómo el individuo se relacione con el mundo y con sus semejantes, en los trajines cotidianos del trabajo y la creación y hasta en la intimidad de la vida cotidiana.
Hoy resulta inconcebible un mundo sin televisión, Internet, cable, radio, prensa y cine, mientras que un siglo atrás, excepción hecha del público devoto de periódicos y libros, nuestros ancestros podían vivir con mayor facilidad prescindiendo de los éstos intermediarios comunicativos. La prensa gozaba de un público creciente, pero era concebible que las grandes mayorías vivieran al margen de su influencia. La comunicación masiva pesaba menos en tanto reinaba la comunicación interpersonal en las tertulias familiares, el mercado del barrio, los juegos de salón, los clubes sociales y los comités políticos; centros de una relación humana íntima, entrañable, que hoy evocamos con nostalgia, tal vez, como parte de un pasado casi totalmente perdido.
Es innegable que los medios de comunicación, más allá del mayor o menor poder que se les atribuye, han producido una revolución en el espectador. Y es que su presencia se prolonga en los distintos espacios de la vida social cotidiana, ya que es en el cuerpo, en el rostro, en la manera de hablar, en lo que cantan, en lo que comen, en los patrones de belleza y de éxito, donde la cultura de masas se muestra presente a cada instante sobre todo en nuestros jóvenes.
Los medios acompañan los procesos de sociabilización, ofrecen referentes de conocimiento muy importantes, imágenes del mundo exterior y de personajes que constituyen parámetros de interpelación, modelos étnicos - sociales de éxito y fracaso, que interactúan con los que vienen de su familia, el barrio o el entorno social inmediato.
Más aún, la diversidad cultural o los diferentes universos culturales de los jóvenes, guardan estrecha relación con los patrones diferenciados de la vida y de relación con los medios. El significado del hogar, de la vida de barrio, la relación entre los sexos y generaciones, la concepción del tiempo libre, por ejemplo, se dan de manera diversa en la vida de los jóvenes. Se puede afirmar que los medios masivos han dejado de ser externos a los jóvenes y se han incorporado a las experiencias personales, familiares y escolares, se han hecho parte de su sociabilidad y han transformado además, los modos de percepción.

“El término abarca todo el abanico de los medios modernos de comunicación social: televisión, cine, video, radio, fotografía, publicidad, periódicos y revistas, música grabada, juegos de ordenador e Internet. Por textos mediáticos se han de entender los programas, filmes, imágenes, lugares de la red, etc., que se transmiten a través de estas diversas formas de comunicación. Al referirse a muchas de estas formas de comunicación se añade a menudo que se trata de medios de comunicación , lo que implica que alcanzan a auditorios muy amplios, aunque naturalmente algunos medios están pensados sólo para auditorios pequeños o especializados. Y no existe razón alguna para que ciertas formas más tradicionales, como los libros, no puedan considerarse, dado que también ellas nos ofrecen versiones o representaciones del mundo” (BUCKINGHAM, 2004, Pág. 20).
Indudablemente, los medios masivos de comunicación que tienen mayor influencia en la actualidad y sobre todo en la educación son la Televisión y el Internet. La televisión, por ser el medio de entretenimiento más difundido, juega un papel muy importante en la formación de la conciencia, tanto individual como colectiva. Se responsabiliza a la televisión de los malos actos de los niños, de la falta de concentración, de la adopción de valores equivocados, del bajo rendimiento escolar.
“Por lo tanto, el problema no se encuentra en los cambios que la televisión produce en las actitudes de los niños que la consumen, qué nuevas conductas adoptan éstos como efecto de sus contenidos, o a la inversa, cómo utilizar la televisión para educarlos mejor. Interesa más bien hurgar, desentrañar, las diferentes condiciones sociales de existencia desde las cuales los educandos perciben, aprecian, valoran, hacen suyos los mensajes televisivos” (CAFEIRO, 1997. Pág. 150).
Si comparamos las actuales series de dibujos animados con las de hace treinta años, nos sorprenderá sin duda el acelerado ritmo de las primeras, pero también su ironía e intertextualidad, su compleja manera de jugar con la realidad y la fantasía. Pero los programas televisivos no se limitan a ser programas de televisión: son también películas, discos, cómics, juegos y juguetes de ordenador, por no hablar de camisetas, carteles, envases de bocadillos, bebidas, álbumes, alimentos y otros muchos productos.
Por una parte, muchos opinan que la infancia, como se conoce, se encuentra moribunda o está en peligro de desaparecer y que los medios son los principales responsables de este cambio. Por otra parte, no faltan quienes opinan que los medios son en la actualidad una fuerza de liberación para los niños y jóvenes: los medios están creando una nueva posibilidad de realización más abierta, más democrática y más consciente desde el punto de vista social que la generación de sus padres.

Para Postman, “la concepción moderna de la infancia fue una creación de los medios impresos; ahora bien, los nuevos medios, en particular la televisión, están destruyéndola. Esta impresión tiene que ver en primer lugar con el acceso de los niños a la información. Mientras el proceso de alfabetización a través de la lectura y la escritura exigía un largo aprendizaje, ahora no es necesario aprender a leer o interpretar la televisión. Según él, por medio de la televisión, los niños acceden cada vez más rápido al conocimiento la vida adulta –sexo, drogas, violencia- que anteriormente les habrían resultado inaccesibles en virtud del código especializado de la imprenta. En consecuencia, los niños se comportan cada vez más como adultos y exigen compartir los privilegios de los adultos” (BUCKINGHAM, 2004, Pág. 20).
En la televisión está presente lo mejor y lo peor de nuestra sociedad: imágenes de ternura, de solidaridad y de afecto humanos, frente a los más extremos exhibicionismos de violencia y destrucción; hallazgos de conocimiento en sus detalles más preciosos, frente a estereotipos sociales y a menudo raciales insostenibles; propuestas informativas enmarcadas en la serenidad y el compromiso de veracidad, frente a otras teñidas de amarillismo; programas dedicados a rescatar lo mejor de los niños, en lo relativo a su percepción y creatividad, frente a otros que literalmente los utilizan para llenar el espectáculo; relatos capaces de calar en la condición humana, frente a otros plagados de estereotipos; modos serenos de comunicar, frente a otros estridentes, plenos de neurosis; imágenes de una belleza sin límites, frente a otras burdas, improvisadas sobre la marcha.
En cuanto a Internet, hasta donde se tiene noticia, ninguno de los clásicos de la Ciencia Ficción, ni de los futurólogos, ni de los científicos, comunicólogos o cineastas dedicados a imaginar el futuro, previó la aparición de la tecnología que haría la última gran revolución del siglo XX: Internet. Sin embargo, en poco más de diez años, se ha convertido en parte de la vida de millones de personas alrededor de la Tierra y está cambiando el sentido de muchas de sus actividades, la concepción del tiempo y la dimensión de su espacio. A esta red de redes se han unido instituciones educativas, militares, comerciales, de gobierno y organizaciones no lucrativas.
A través de Internet, los niños se pueden comunicar mucho más fácilmente entre sí y con los adultos, sin tener que identificarse personalmente como niños. Y, como es lógico, la privacidad y el anonimato que ofrece Internet, facilitan especialmente la difusión y la venta de material no apto para su edad. Esta situación ha tenido ya algunas consecuencias: por una parte, cada vez son más las voces que claman por una regulación y un control más estricto de los medios; por otra parte, se pretende dar con una forma que impida el acceso de los niños al material considerado indeseable para ellos.

En cuanto a estos dos medios de comunicación masiva mencionados, el periodista y asesor mediático norteamericano Don Tapscott, establece una oposición directa entre la televisión e Internet. Señala que “mientras la televisión se interpreta como un medio pasivo, la Red en cambio se ve como un medio activo; la televisión transmite una visión particular del mundo, mientras que la Red es democrática e interactiva; la televisión aísla, mientras que la Red crea comunidades; etc. Los navegadores de Internet son: atrevidos, independientes, analíticos, creativos, curiosos, respetuosos con la diversidad, socialmente conscientes, orientados globalmente, y todo ello, en virtud de su relación intuitiva con la tecnología” (BUCKINGHAM, 2004, Pág. 48).
Es indudable que la educación formal tiene en esos medios a un poderoso auxiliar repleto de promesas. Pero junto con esas posibilidades, los nuevos instrumentos apartan a los jóvenes de otros procedimientos formativos, la serenidad de la lectura por ejemplo, al tiempo que producen una riesgosa simplificación del lenguaje y una tendencia a confundir la información con el conocimiento. Es indudable entonces la influencia que la tecnología de la comunicación tiene en el área de la educación pues si recordamos “desde la invención de la imprenta y con ello el libro, la tecnología hizo su entrada en la educación ya que apoyaba el proceso enseñanza-aprendizaje. Posteriormente, entra también en el ámbito educativo la radio, la televisión y finalmente el Internet” (MALDONADO, 2001, Pág. 21).
Por muchas razones la comunicación está, definitivamente, asociada a la educación. Por una parte, porque las modernas teorías educativas que se elaboran como respuesta a la crisis de la institución escolar ponen de relieve la necesidad del intercambio comunicativo entre el maestro y el alumno, entre la escuela y la realidad. Por otra, porque los medios de comunicación y su soporte tecnológico, junto a las posibilidades de la informática, amplían las posibilidades educativas. También porque el conocimiento de la realidad no proviene exclusivamente del texto escrito y porque los más jóvenes se educan en mayor medida fuera de la escuela. Sus referentes de conocimiento, sus imágenes, sus valores y sus expectativas guardan relación cercana con la comunicación y sus mensajes.
Sentado en su casa, frente al televisor, el joven puede recorrer diversos países del mundo, gozar con la reproducción de una obra artística, escuchar una pieza musical clásica en el aparato de radio portátil. El desarrollo de la comunicación audiovisual facilita una visión y un conocimiento mucho más directo, las fuentes de información están mucho más diversificadas y la intervención y participación posibilitadas por la tecnología son mayores y crecientes. Por ello, la escuela no puede dar la espalda a estos hechos y, por el contrario, deberá dar cuenta, explicar, ayudar a interpretar todo este conjunto de referentes que hoy los jóvenes manejan, a fin de integrarlos, conocer los diferentes lenguajes y aprovecharlos.
“Si hoy en día la creatividad del educando se alimenta de visiones, ideas y valores de distinta factura, la escuela tiene ante sí el reto de estimular nuevas formas de experimentación y creación en los educandos, haciendo uso de los instrumentos técnicos y de las posibilidades que la comunicación masiva aporta. Si la imagen tecnológica tiene en algunos casos la virtud de captar aspectos que la imagen natural no permitía, se trata de dialogar con los escolares acerca de las posibilidades de una y otra y volver al examen de la realidad para comprenderla mejor. Tal es la función educativa” (CAFEIRO, 1997, Pág. 151).
Si la escuela se acerca a interpretar la realidad, de la cual la comunicación da cuenta parcial y desordenadamente, se estará dando un paso decisivo. Si se comprende el lenguaje de la comunicación y sus límites en la representación de la realidad y se lo utiliza para comparar lo real y lo representado, caminaremos en el mismo sentido.
“Es urgente el desarrollo de competencias básicas que la escuela actualmente no proporciona. La formación del ciudadano en la escuela requiere el desarrollo de aspectos esenciales –como las capacidades de interpretar, ordenar, informar y poder comunicarse-. En ese sentido, además, la formulación de estas políticas demanda no solamente la intervención de las autoridades del sector educativo, sino un esfuerzo de la sociedad en su conjunto por concebir y practicar una educación tendiente a elevar la calidad de la enseñanza y los niveles de participación y experimentación del educando. Por otra parte, no podemos dejar de mencionar que la escuela, en medio de su ambigüedad y de la violencia simbólica de la cual es responsable, es un factor de modernización, de ilusión de progreso y de planteamiento de expectativas sumamente importante. A pesar de ello, no logra desarrollar una propuesta educativa que integre y recoja lo que ocurre en la realidad actual, que tome en consideración la variedad de referentes que los escolares tienen por fuera de ella”. (CAFEIRO, 1997: 152-153)
Educar más allá de las jerarquías y categorías intelectuales tradicionales de conocimiento, tomando en consideración una mirada mucho más amplia a todos los referentes que hoy tenemos y a los medios de los que se dispone, resulta una apuesta y un reto. Se está ante un cambio perceptivo muy claro, que es histórico, pero que deberá venir acompañado de una actitud y comprensión diferentes por parte de quienes se ocupan de la educación.
Lorenzo Vilches señala: “los medios de comunicación tienden a desarrollar competencias adecuadas de procesos mentales especializados que facilitan una labor de aprendizaje a través de ellos y añade que parte de la cultura de los jóvenes de hoy está atravesada por las ventanas al mundo abiertas por los medios masivos de comunicación y que existe una “cultura audiovisual” que forma parte del modo de mirar y sentir de nuestros tiempos y que la escuela tiene que dar cuenta de esto y la pedagogía de la comunicación puede incorporar a la enseñanza elementos que tomen en consideración la diversidad de modos de comprensión y expresión, más aún, anota que la televisión en su conjunto discursivo y social, más allá de su función artística o electrodoméstica, funciona como un mapa enciclopédico donde el espectador puede encontrar reflejado y transformado un mundo real o imaginario, y finaliza diciendo que la televisión, por sus enormes recursos intertextuales, representa un medio privilegiado de aprendizaje no formal”. (CAFEIRO, 1997;156)
“Si se quiere que los alumnos sigan asistiendo a la educación formal y sea para ellos interesante y llamativa, se debe salir del esquema de la institución cerrada sobre sí misma y apoyada sólo en textos y en la palabra del maestro”. (VALDERRAMA, SIGLO DEL HOMBRE 1999: 25)
Es por ello necesario que los educadores para apoyar a la institución educativa utilizando los medios de comunicación, sepan manejar la tecnología, que sean capaces de interactuar con los alumnos, que estén dispuestos a recuperar las experiencias de niños y jóvenes, a salir del contexto, a buscar en distintos horizontes tecnológicos, a favorecer la creación y positiva utilización de los mismos, que sean capaces sobre todo de “recuperar el lenguaje oral y escrito, la expresión artística que en general se ha visto resentida, que recuperen la expresión plástica y musical, como formas de expresión prioritaria y sobre todo al incorporar los contenidos de la nueva tecnología en la escuela, debe suponer un trabajo de aprendizaje de estos lenguajes para favorecer una relectura crítica por parte del alumnado acerca de los mensajes que les llegan
habitualmente de los medios masivos de comunicación, principalmente de la televisión o de la cultura audiovisual presente en los espacios de ocio de nuestros alumnos”. (ARÁNEGA, 2001: 22)
Es indudable que tanto la educación formal o institucionalizada, como la educación informal, educan al hombre, la primera con objetivos y métodos pedagógicos definidos y la segunda sin una jerarquía normada en grados académicos y en donde el individuo asume su propia responsabilidad en el aprendizaje.
Al ser tan diversificada y amplia la educación informal que se transmite a través de los medios de comunicación, se dificulta su entendimiento y estudio, pero no por desconocerse su mediación, debe ignorarse su valor educativo que rebasa en ocasiones a los sistemas escolarizados.
El reto es que debe replantearse el papel de la escuela ante el entorno social y comunicativo y reconocer abiertamente que ese entorno forma parte esencial de su quehacer profesional en cuanto a que brinda saberes que son asimilados por los educandos. Se deberá por tanto, aprovechar y utilizar cada vez más en la escuela, las nuevas tecnologías de comunicación como la radio, la televisión, el Internet y multimedia ya disponibles de manera innovadora y evitar hacer un uso meramente tradicional de estos instrumentos.
El reto fundamental que tienen los docentes en este nuevo escenario es desarrollar nuevas competencias profesionales que les ayuden a utilizar la nueva tecnología como herramienta valiosa que apoye efectivamente el proceso enseñanza – aprendizaje.
Resumiendo se puede decir que el término abarca todo el abanico de los medios modernos de comunicación social: televisión, cine, video, radio, fotografía, publicidad, periódicos y revistas, música grabada, juegos de ordenador e Internet.
Indudablemente, los medios masivos de comunicación que tiene mayor influencia en la actualidad y sobre todo en la educación son la televisión y el Internet. La televisión por ser el medio de entretenimiento más difundido, juega un papel importante en la formación de la conciencia, tanto individual como colectiva. Se responsabiliza a la televisión de los malos actos de los niños, de la falta de concentración, de la adopción de valores equivocados y del bajo rendimiento escolar.
En cuanto a Internet en poco más de diez años, se ha convertido en parte de la vida de millones de personas alrededor de la tierra y está cambiando el sentido de muchas de sus actividades, la concepción del tiempo y la dimensión del espacio. A esta red de redes se han unido instituciones educativas, militares, comerciales, de gobierno y organizaciones no lucrativas.

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